¡Felicidades! Ya tienes tiempo con tu negocio. ¡Eres un todo un crack! Pero ¿qué me cuentas? ¿que tus ventas han disminuido? ¿que ya no hay visitas a tu website? ¿Que recibes más quejas de tus clientes? ¡Ah! Pero tus competidores no tienen esos problemas. ¿Acaso lo estarán haciendo mejor que tú? ¿Cuál es la solución?
¿Es momento de modificar tu negocio, o solo necesitas ser más eficiente en lo que ya estas haciendo?
Acompáñame y hablemos de:
Competitividad y mejora continua.
Mi camino más reciente como emprendedor, comenzó hace más de 20 años. Y si comparo cómo era mi negocio (y yo mismo) en aquel tiempo con lo que es ahora, te puedo asegurar que ha cambiado mucho. Claro, las actividades básicas como desarrollar sistemas y soluciones digitales administrativas y de marketing, siguen presentes como núcleo y pilares del negocio. Sin embargo, el negocio en sí, sí ha cambiado. Y no me refiero a modificar el nombre en distintas ocasiones, me refiero a que mi oferta de productos y servicios ha evolucionado constantemente para adaptarse a las exigencias de un mercado que siempre esta en movimiento.
En estos 20 años ha sido necesario evaluar de manera continua si el seguir ofreciendo tal o cual servicio vale la pena, quizás es preferible eliminarlo completamente... o tal vez solo es necesario un cambio de nombre o presentación y volver a ofrecerlo como novedad.
En ocasiones el cambio, en realidad, no ha tenido que ver tanto con la oferta de productos o servicios, y sí más con el mensaje que emitimos a nuestros clientes y prospectos. Por ejemplo, ha habido momentos en el que el negocio solo atraía a clientes que, si bien buscaban nuestros servicios, no estaban dispuestos a pagar el precio establecido. O bien, cuando ofrecíamos precios demasiado bajos, el cliente regateaba cualquier tipo de modificación a los costos, aún si el servicio que pedía incluía mas características.
¿Y por qué sucedía esto? Pues básicamente por que el mensaje no estaba en concordancia con lo que era la visión del negocio, o por que, por situaciones particulares, habíamos dejado a un lado la importancia de la mejora continua.
Y es que, aún en aquellos momentos en que todo nos grita que algo no está funcionando correctamente, siempre hay algo que sirve de pretexto y que evita que tomemos las acciones necesarias… nos falta tiempo, no se cuenta con la inversión requerida, hay mil cosas en qué pensar, se cierra un trato con un cliente que, por el momento deja buenas ganancias… en fin. El caso es que no cambias.
Y cuando te das cuenta han pasado semana o meses… o años.
Como dije, son pretextos. La verdad es muy simple: Se necesita tener todo claro para asegurar una buena base de negocio y trabajar en firme para lograr los objetivos.
En lo personal, he tenido que implementar cambios en dos facetas importantes, por un lado ajustar mi modelo de negocio, mi mensaje y mi oferta a mi nuevo perfil de cliente, aquél a quien realmente sé que puedo ayudar. Por otro lado, ha sido necesario generar asumir y, en ocasiones forzar, un cambio de mentalidad y actitud para que mi negocio siga creciendo y que yo pueda seguir creciendo con él.
Actualmente únicamente trabajo con personas que tengan, al menos, una idea real de negocio, con empresarios y con emprendedores reales que quieran optimizar sus resultados, generar más fuentes de ingresos, tener solicitudes de clientes de manera recurrente y que estén dispuestos a tener un negocio sano e implementar sistemas que les permitan eficientar sus procesos y liberar tiempo.
Bueno, si aún no te has dado cuenta, de lo que estoy hablando realmente es de un concepto que se encuentra ampliamente extendido. Lo escuchas por todos lados. Pero también esta muy mal entendido. Me refiero a la competitividad.
La competitividad de una empresa puede definirse como la capacidad que esta tiene para ofrecer un producto más barato o de mayor calidad, o combinaciones de ambas características.
La falta de competitividad por otra parte, se asocia con la incapacidad de competir en precio o en calidad. Esta circunstancia generalmente, de no solucionarse, conduce a la quiebra y desaparición de la empresa.
Y precisamente es aquí donde encontramos uno de los mayores problemas del concepto de competitividad: Tendemos a pensar que todos los factores y causas de nuestro progreso son de naturaleza externa a nuestro emprendimiento, a nuestra planeación y a nuestra visión.
Esta falsa idea genera un efecto negativo doble: Primero caemos en la retorica común de culpar de nuestras propias carencias a otras personas, a los bancos, a las políticas del gobierno e incluso, a lo sucedido en otros países (cualquier parecido con los discursos políticos de cualquier corriente, es mera coincidencia).
Esto, a su vez, genera un deslinde total de responsabilidad por parte del dueño o el personal directivo. Total, ya han encontrado un chivo expiatorio al que señalar. Y es algo que sucede continuamente, tanto a nivel personal como empresarial.
A primera vista ya podemos ver que esta falsa idea acerca de que la falta de competitividad esta generada por factores externos tiene consecuencias muy importantes. Pues genera una ceguera autoinducida ante las verdaderas causas e impide que las identifiquemos puntual y oportunamente, y obviamente, evita que encontremos soluciones reales y efectivas.
Según diversas estadísticas de diversos medios e instituciones especializadas en negocios, solo un 20% de las empresas que se crean continuamente, superan los cinco años de vida. Y apenas un 10% sobreviven a la década.
Solo el 10% están vivas 10 años después. Es decir, 90% fracasan, quiebran y desaparecen. 80% en menos de 5 años.
Solo un 20% de las empresas que se crean continuamente, superan los cinco años de vida.Tuitealo
Poniéndolo en perspectiva en cuanto a los fracasos, hablamos de 1 de cada 10, 100 de cada 1,000 y, 100,000 por cada millón. Pero cortemos el drama.
¿Entonces, qué hacer para evitar desaparecer?
¿Qué necesitas hacer para que tu negocio o empresa forme parte de ese 10% que no desaparece? Simplemente, mejorar su competitividad. ¿Cómo? Veamos:
Simplemente, mejorar su competitividad.
¿Cómo? Veamos:
Lo primero es entender que, en todo negocio existen proveedores, acreedores, y empleados que, de inicio representan retos para la generación de productos y la prestación de servicios. También hay que comprender que existe un mercado que jamás permanece igual y que, además esta sujeto, en su mayoría, a caprichos estacionales y tendencias aparentemente imprevisibles. Y se debe aceptar que existen regulaciones, políticas y leyes que acatar, aún cuando las consideremos contrarias a nuestros intereses.
Si esto se entiende realmente, lo siguiente es asumir totalmente la responsabilidad que significa crear un negocio. Esta responsabilidad es tanto de índole personal, como legal, económica, de servicio y de calidad y, en ocasiones, incluso política.
Como segundo punto necesitamos que nuestro negocio esté alineado tanto con nuestros valores e intereses como con todo lo del punto anterior.
Con estos dos puntos podemos, ahora sí, crear o modificar un plan y una estrategia de negocios. A partir de ésto, independientemente del giro y nicho comercial al que nos dirijamos, debemos… necesitamos… estamos obligados a implementar un proceso de mejora continua.
¿Y qué es el proceso de mejora continua?
Este proceso de mejora continua es el que nos permitirá adquirir y desarrollar el superpoder de mejorar la competitividad de nuestro negocio y mantenernos siempre competitivos, de manera independiente a los cambios que se presenten en nuestro entorno económico y social.
¿Cómo lo hacemos? Obviamente hay muchos puntos que contemplar y existen expertos que los manejan todos, pero resumiendo y simplificando lo más posible, todo consiste en los siguientes
Cuatro pasos para la mejora continua:
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Primer paso: La Planificación (o “plan” en inglés). Consiste en saber qué problemas están identificados. Solucionarlos será tu objetivo y la planificación consiste en encontrar la mejor manera de lograrlo. Debes determinar con qué recursos cuentas y qué otros necesitas para cumplir con el objetivo. También deberás determinar qué es lo que debe suceder para que el cambio se considere completado con éxito. Es decir, establecer una meta. Obvio, la elección estas metas debe ser realista y deben ser alcanzables dentro de un plazo de tiempo razonable y adecuado.
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El segundo paso es: Hacer(o “do” en inglés). Consiste en: ¡Claro, adivinaste! Implementar todo lo que definiste en la planificación. De nada sirve que te la pases planeando sin aterrizar tus planes. ¡Pero cuidado! La implementación en sí misma deberá ser muy bien controlada y, de preferencia, aplicada solo a una parte de tus procesos. Digamos que es un programa “piloto” que, si se obtienen los resultados buscados, se implementará como estándar en el resto de tus procesos. Puedes aplicarlo, por ejemplo a un único producto, a un tipo de cliente, a un departamento de tu empresa, etc.
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El tercer paso es: Verificar (o “check” en inglés). Antes de la verificación deberá haber pasado ya un tiempo razonable desde la implementación, no todo sucede de la noche a la mañana. Analiza crítica y objetivamente lo que funcionó y lo que no resultó en la fase anterior. Lo importante de la verificación es identificar no es cuántos problemas surgieron, sino el por qué no resultó todo según lo planeado. Si se realiza de manera adecuada podrás ajustar el plan solucionando dichos problemas y lograr mejores resultados la próxima vez. Es en este paso donde se adquieren los superpoderes.
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El cuarto paso es: Actuar (o “act” en inglés)
Ya que has identificado y resuelto realmente las causas de los posibles problemas, es momento de que implementes el plan de manera definitiva. En este momento tu nuevo plan debe convertirse en el método “estándar”. Necesitas establecer medidas de control para asegurar que se cumpla al pie de la letra y eliminar los vicios que podría haber generado el plan anterior que sometiste al proceso de mejora. También necesitarás monitorear continuamente tus indicadores para determinar si a partir de la implementación de este nuevo plan surgen nuevos retos y/o problemáticas. Recuerda que no hay soluciones perfectas y que no te darás cuenta de que algo va mal si no puedes medirlo.
A estos 4 pasos -planificar, implementar, verificar y actuar- , se les conoce como el Círculo de Deming o círculo de mejora continua. Esto por que, las problemáticas y retos identificados a partir del monitoreo de tus indicadores de control, alimentarán una nueva fase de planificación que, a su vez detonará la repetición del ciclo completo hasta la implementación de nuevos estándares mejorados.
Es decir que, los nuevos problemas que te encuentres los debes someter a los 4 pasos para mejorar el proceso cada vez más, una y otra vez.
¿Y en qué áreas de tu negocio puedes implementar estas ideas de mejora continua?
Básicamente en todas, pues todo proceso es perfectible.
Concluyendo:
Si lo implementas adecuadamente, un proceso de mejora continua te puede ayudar a incrementar la competitividad de tu negocio logrando reducir costos y maximizar capacidades; incrementar la satisfacción de tus clientes y mejorar tus procesos y el desempeño productivo. Además, identificando problemáticas y necesidades, tanto de tu negocio como de tus clientes, podrás innovar y desarrollar nuevos productos e incluso expandirte a nuevos mercados.